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miércoles, 4 de mayo de 2016

La marca de ropa casual Aéropostale suspende pagos

La marca de ropa casual Aéropostale suspende pagos

La cadena de indumentaria juvenil cerrará una quinta parte de sus tiendas


Una cliente entrando en una tienda de Aeropostale en Broomfield, ColoradoUna cliente entrando en una tienda de Aeropostale en Broomfield, Colorado  REUTERS

La cadena Aéropostale, una de las marcas de ropa clásicas entre los jóvenes estadounidenses, se vio forzada este miércoles a declarar el concurso de acreedores tras varios años intentando reconducir un negocio que se le venía abajo. Es la última víctima de la transformación profunda que sufre el comercio minorista. Sports Authority, dedicada a la indumentaria deportiva, contempla cerrar todas sus tiendas mientras Amercian Apparel y Quicksilver encaran un profundo ajuste.
Aéropostale lleva 13 trimestres consecutivos en pérdidas. El proceso de reestructuración que se inicia ahora con la suspensión de pagos llevará al cierre de 113 locales en Estados Unidos y otros 41 en Canadá. Si todo va bien, el ajuste se realizará en seis meses. Es el plazo temporal que se da, también, para buscar algún potencial comprador interesado en su negocio de indumentaria casual

La compañía tiene activos por valor de 354 millones de dólares, pero sus deudas ascienden a 390 millones. La presión financiera era enorme, conforme la caída en las ventas se fue acelerando por el ímpetu de firmas como Forever 21, H&M y Zara en el negocio del “fast fashion”. La velocidad con la que cambian ahora las colecciones está creando dificultades también a Gap, y en concreto a la marca Banana Republic.
American Eagle y Abercrombie & Fitch, sus más inmediatas rivales, lograron emprender cambios en sus modelos de negocio para hacer una mejor gestión de los inventarios y responder con más rapidez a los cambios de tendencia. Pero las dificultades en un mercado tan competitivo no evitaron que American Apparel, Quiksilver y Sports Authority suspendieran pagos durante el último año.
Las ventas de Aéropostale pasaron de los 2.290 millones en 2012 a 1.500 millones el pasado ejercicio. No es solo el efecto combinado de la creciente competencia de las grandes estrellas del "fast casual" o del impacto de Internet en el comercio minorista. Los jóvenes consumidores de familias de clase media se siguen apretando el cinturón y buscan otras opciones más baratas.
Aéropostale, fundada en 1973, perdió más de un 95% de su valor bursátil durante el último año. La sociedad con sede en Nueva York logró negociar una línea de financiación de 160 millones para seguir operando mientras afronta la reestructuración. En la actualidad gestiona 750 tiendas por todo el mundo y 10.000 empleados. Su ropa se dirige a un público de entre 14 y 17 años de edad.
Fuente: El País

viernes, 22 de mayo de 2015

Nace la primera tienda de moda que presta ropa como si fuera una biblioteca

22 MAYO 2015 - 
Por: Agencia EFE
Nace la primera tienda de moda que presta ropa como si fuera una biblioteca
Foto: Ropateca / Facebook
La Ropateca es un nuevo concepto de tienda de moda abierta en Barcelona y que funciona como una biblioteca, aunque en lugar de libros presta ropa y bolsos a los socios, que pagan una cuota mensual de 15 euros (unos 16,6 dólares) que les da derecho a disfrutar de hasta tres prendas a la vez.
La tienda, pionera en España y que de momento cuenta con 400 prendas para prestar, la han abierto dos hermanas alemanas que llevan tres años viviendo en Barcelona, Christine, estudiante de Ciencias Políticas, y Maria Schorn, financiera en el sector de las telecomunicaciones.
Christine explicó a Efe que la Ropateca se inauguró en diciembre pasado y que de momento les funciona bastante bien porque "cada mes crece el número de personas que se apuntan a esta fórmula para vestir a la moda y variar de ropa sin necesidad de tener que comprarla".
Según cuenta, querían montar algo que no supusiera mucha inversión y sabían por una amiga que en Hamburgo (Alemania) había una tienda de préstamo de ropa por internet que funcionaba muy bien.
Añade que "pensamos que podíamos hacer lo mismo pero en una tienda de verdad, en la que las mujeres pudieran probarse la ropa y tocarla, y alquilamos un local de 50 metros cuadrados en el Raval para empezar".
Para esta emprendedora, aunque a la gente le cuesta acostumbrarse a este tipo de negocio y compartir ropa, "esta fórmula tiene mucho futuro, primero por la crisis y luego porque está de moda compartirlo todo y esta es una tendencia que acabará cuajando".
El negocio empezó con su propia ropa y con la de familiares y amigos, pero ahora tienen también prendas donadas por las socias, aunque reconoce que "nos gustaría poder colaborar con diseñadores que producen bajo condiciones justas y de una manera sostenible para servir de plataforma a sus creaciones y ampliar la oferta a las socias".
La mayoría de sus clientes son mujeres de entre 20 y 40 años interesadas en la moda y a las que les gusta probar cosas nuevas, y de momento tienen a disposición de los socios ropa de mujer informal, y alguna cosa de fiesta, de las tallas 36 a 44, así como algún complemento como bolsos.
Descartan hacer lo mismo con ropa para hombre ya que creen que esta fórmula funciona mejor con las chicas "porque tienen más opciones para vestirse que los chicos".
Para ser socio hay que cumplimentar un formulario con unos datos básicos y firmar unas condiciones de uso que implican tratar la ropa como si fuera propia "porque en realidad -puntualiza Christine- es de todas y se tiene que cuidar, y que en el caso de que pase algo grave se tiene que pagar, aunque de momento esto no ha pasado nunca".
A las socias se les permite llevarse prendas las veces que quieran, pero nunca más de tres a la vez, y tienen que devolverlas en el plazo de un mes, y si se pasan de este tiempo tienen que pagar otros 15 euros de multa.
Además, toda la ropa que se puede lavar en casa se tiene que devolver limpia, pero si alguna persona no la quiere lavar, la misma tienda lo hace por otros 20 euros (22,2 dólares) al mes. De la que se tiene que llevar a la tintorería, ellas mismas se ocupan.
Fuente: El espectador